Pero ¿cuál será la diferencia entre las personas que han alcanzado la santidad y las grandes obras de Dios y nosotros? ¿Acaso tenían algo distinto o Dios les dio algo que nos falta a nosotros? ¿Será demasiado atrevimiento compararnos con grandes hombres y mujeres de Dios como Juan Pablo II, Madre Teresa o talvez como nuestra patrona Santa Lucia?
Y en verdad santo es una palabra que pareciera demasiado pesada para tener el arrebato de cargarla sobre nuestros hombros, sin embargo Dios mismo por su Palabra nos hace el llamado a la santidad: “de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo” 1 carta de San Pedro 1:16
Recordemos que el papel de los santos según nos enseña la doctrina de
Nos dice el Papa Benedicto: XVI “Los santos no son una exigua casta de elegidos, sino una muchedumbre innumerable, hacia la que la liturgia nos exhorta hoy a elevar nuestra mirada. En esa muchedumbre no sólo están los santos reconocidos de forma oficial, sino también los bautizados de todas las épocas y naciones, que se han esforzado por cumplir con amor y fidelidad la voluntad divina”.
Analicemos esto último “que se han esforzado por cumplir la voluntad divina” entonces la diferencia entre una persona cualquiera y un santo es que a este último su pasión por Dios le mueve a creer en su promesas y tener una visión más allá de los ojos carnales confiando en la perspectiva espiritual, el respaldo divino y la orientación del Espíritu Santo, gracias a este amor y esta pasión son capaces de emprender las más titánicas tareas comprendiendo que es Dios el que obra por medio de quien esté dispuesto.
Ser santo no quiere decir ser perfecto, quiere decir permanecer en la gracia, que es simplemente amar a Dios con un amor genuino y profundo, haciendo una comparación para que lo analicemos en términos comunes, cuantas veces en pos del amor sentimental humano, somos capaces de hacer las cosas más alocadas, hay quienes incluso por desamor han dispuesto incluso quitarse la vida, o arriesgarla por el ser amado, ¿cómo podemos saber si amamos a Dios con esta misma vehemencia o somos solo cristianos de ocasión y conveniencia? Fácil, ¿qué has estado dispuesto a hacer por Dios? Si muchas veces relegamos el encuentro con el Amor de los Amores por un simple partido de fútbol, o por salir con el novio o la novia al cine, por un par de horas de sueño más o incluso por insignificancias como ver la novela en la tele.
No es cuestión de fórmulas, ni mortificaciones para encontrar a Dios y santificarnos, bien lo explicaba San Agustín en una frase tan sencilla y tan profunda; “ama y haz lo que quieras” porque el amor, en este caso a Dios, nos ha de guiar a los milagros y prodigios, a las gestas heroicas, a alcanzar las obras que Dios está esperando de nosotros, San Juan Bosco nació en una cuna humilde y se atrevió a soñar, pero sobre todo a hacer, y alcanzó tanto confiando ciegamente en
Dios nos llama hoy a la santidad, nos llama hoy a vivir en el amor y la gracia, pero sobre todo a creer y a atrevernos. si atrevernos a ser mas y mejor cada dia..
La Pj de Malacatàn te anima para que no desmayes en lo que sea que te propongas.
Animo!
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